Con motivo de El Mes de las Letras Peruanas la Dirección Regional de Cultura - Ministerio de Cultura de Tacna con el auspicio del Consulado General del Perú en Arica, realizó una actividad que llamaron Escritores sin Frontera y se realizó en la Casa Bolognesi o Casa de la Respuesta, actividad a la que fui invitado y compartí con el escritor peruano Juan Torres Gárate. Mis agradecimientos a la organización y al Consejo de la Cultura, todo salió excelente. 07 mayo 2013.

La Literatura siempre tiene razón.

 

 

 

Luis Seguel Vorpahl

Las fronteras no son el Este o el Oeste, el Norte o el Sur,

sino allí donde el hombre se enfrenta a un hecho”.

Henry David Thoreau

Antes de iniciar estas palabras debo saludar muy cordialmente a las autoridades presentes. Y felicitar muy especialmente a los organizadores por este encuentro que tan bien han llamado Escritores sin Frontera, enmarcado dentro del Mes de las Letras Peruanas.

Pensaba hace unas horas, en esto de Escritores sin Frontera ¿qué más quisiéramos todos los artistas de este lado del mundo?

Soy de los que ha buscado permanentemente algo positivo a esta realidad que llamamos las fronteras que nos separan como pueblos y nunca he podido encontrar aquello que me satisfaga, las fronteras no aportan más que tensión, luchas solapadas, cruces apocados, diarias ilegalidades.

Creo que los grupos humanos se transforman, por obra y gracia de aquella raya amarilla que podemos ver en el Google Earth, en una especie de tierra de nadie y por lo tanto de todos, culturalmente hablando, ni del norte ni del sur, porque a pesar que los pueblos involucrados han logrado mantener una identidad local, también, y sin querer, han creado una nueva, producto del inevitable intercambio, atendiendo a diversos procesos estéticos, políticos, culturales, sociales, económicos, étnicos. Todo este entramado de lo que podríamos llamar un proyecto permanente de cultura deviene en una falta de identidad absolutamente clara y demarcada como sucede en otros pueblos que no tienen de vecina a esta enorme frontera que no podemos dejar de pensar y considerar al momento de crear mundos, hablo de la narrativa, entonces puedo afirmar que, después de todo los artistas, especialmente los que tienen relación con la literatura deben ser capaces de encontrar aquí, en este concepto y esta nube omnipotente que nos da sombra permanente desde el sur a unos, desde el norte a otros, material suficiente para construir mundos únicos.

Hay lugares como Argentina en que la literatura de frontera es casi ya un género dentro de la narrativa, por la importancia y fuerza que tiene en todos los ámbitos.

 Todo narrador fronterizo ha pensado alguna vez en plasmar la idea en sus escritos creo que en todas las generaciones se han hecho intentos con más o menos éxito, y con éxito me refiero a ese acercamiento focal profundo que pueda lograr el autor. Tal vez el mejor y más serio es el de Roberto Bolaño en 2666 cuando habla magistralmente de la frontera de EEUU con México. Pero si Bolaño  veía a Santa Teresa como una ciudad casi cementerio de mujeres, yo veo la hermosa ciudad del norte, como un bello mural de Diego Rivera, colorida, rebosante de vida, repleta de historia dispuesta y disponible.

Quizás el desafío de la literatura sea cruzar sus propias fronteras, o más que cruzarlas, hacerlas desaparecer y buscar propuestas nuevas, el concepto de la novela es la misma hace varios siglos y buscar nuevos modos, usar lo que el mundo moderno pone a disposición del hombre, es una tarea por realizar.

La frontera como la conocemos, aquella que vemos a diario, con los edificios cual panóptico moderno, nos referiremos a esa frontera porque la otra o más bien las otras, las fronteras interiores que todos tenemos más o menos presentes y marcadas, productos de nuestra historia particular, son sin duda motivos de otro encuentro, que sería también muy bienvenido por cierto, por ser fronteras individuales y por lo tanto prácticamente infinitas. Aunque hacer una separación siempre va a ser arbitrario especialmente en la literatura. Al tratar de forzar alguna división de estos dos conceptos nos vamos a encontrar con que crear un personaje que viva cerca de la frontera y que no se haya aventurado en esta singladura, (en la que debe cambiar su horario para no perderse), alguna vez hacia el norte o hacia el sur, será poco creíble o menos creíble,  y claramente este personaje regresará con visiones distintas, historias nuevas y en ese sentido sus fronteras interiores se habrán ampliado enriqueciéndolo. Y también debe el autor tomar en cuenta que el personaje sufre grandes transformaciones al transitar y  cruzar la frontera, ahora su casa no está cerca, está “al otro lado” por lo tanto todos sus pasos y sus pensamientos son menos seguros, deberá pensar dos veces todas sus acciones y recurrir a otros si algo en esa cadena de sentimientos y gestiones, se rompe. Pero anterior a eso el autor, ya inmerso en el proceso creativo, se plantea, revisa y sienta primero las bases propias en su persona, su experiencia, sus conocimientos, plantea las interrogantes necesarias a sus propias fronteras: las analiza, las estudia y empieza a trabajar a partir de ciertas conclusiones entonces sin lugar a dudas que la literatura fronteriza en ese sentido se enriquece de un modo que no es posible al autor que no viva cerca de una, porque no es sólo tomar en cuenta el cruce, la condición de tránsito, sino que hay factores que no son medibles como todo el mundo sicológico que condiciona y diferencia a quien vive cerca de esta barrera, es decir también hay que focalizar la atención en los efectos que la frontera tiene en el desarrollo de la narración.

Es muy cierto que la mezcla que se da de los dos mundos, esta mixtura tiene una riqueza literaria que, con certeza, poco a poco iremos descubriendo, es una exigencia del mundo actual.

 Estos dos mundos, el del norte y el del sur, que para mí son mundos creados artificialmente, por la política, por los gobiernos desde la conquista pasando por la colonia, forman parte de aquello que un buen amigo historiador Renato Aguirre Bianchi ha llamado la cultura del circuntiticaca, la que floreció en torno al lago y que irradió todo este valle, lo que echa abajo la idea de la frontera como la conocemos, bueno, decía que la mezcla que se va gestando día a día, al llegar e influenciar la literatura la enriquece de un modo inusual e inesperado, y es posible verla y concebirla como una literatura macro-regional, el modo en que el discurso literario opera en la configuración semiótica de las fronteras y desde allí advertir los procesos de significación que se producen y las representaciones sociales. Desde este punto de vista la literatura impugna el discurso oficial de la historia, aunque también lo sostiene, porque la literatura siempre, y desde siempre, tiene razón.

Pero quedémonos en nuestra frontera, la línea de la Concordia, esta frontera que existe, que es real, que nos observa como nos lo explica Foucault.  El panóptico, “una construcción... [de celdas y espacios] donde cada prisionero, viajero en este caso, es perfectamente individualizado y constantemente visible [a los ojos de quien observa], mientras que este no puede ver a quien lo observa si es que lo observa alguien” (Foucault, Vigilar y Castigar: 1980). Siempre me ha llamado la atención la espesura de los muros, de las enormes construcciones destinadas a separarnos, a hacernos creer que eso es la normalidad, me impresiona la solidez y profundidad de sus ventanales, que pareciera, están construidos para ver todo hacia afuera, nada hacia adentro, otra vez el panóptico, aunque, como dice Foucault, nadie, en algún momento esté vigilando, el hecho de saber que puede serlo, limita los movimientos y hasta los pensamientos del que va en tránsito. Al hablar de los edificios quiero significar toda aquella demarcación que nos divide y nos transforma en dos. Esta frontera es necesaria escribirla y reescribirla diariamente, sabiendo que cuando un contenido busca representar la cultura de otro, se escurrirá, inevitablemente, una ideología o un discurso que tendrá mucho más que ver con quién escribe o reescribe el texto que a quienes les interesa mostrar.

 

Y porque la literatura está en deuda con la frontera es que dos editoras de Santiago, de la Universidad de Alberto Hurtado, Andrea Jeftánovic y Beatriz García Huidobro concibieron la idea de crear una antología con 45 escritores vigentes en el país y tuvieron la gentileza de invitarme. De esta idea nace .CL Textos de Frontera, un libro de más de 500 páginas, que nos invita a buscar nuestras propias fronteras, que nos desafía a reencontrar aquellas fronteras que se nos desdibujan con los años, a veces una grieta, otras un campo minado, otro texto encuentra sus fronteras en la moralidad impuesta cuando niño o en una muñeca como un fetiche fronterizo. Un gran proyecto que se ha ganado la crítica por la gran variedad de modos de percibir nuestras propias fronteras. Pero claro, muchos de los autores que participan en esta antología no son fronterizos, por lo que su percepción es muy distinta a la  nuestra, y tal vez ni siquiera ha sido pensada por muchos.

A pesar de todos estos intentos creo que la literatura tiene una deuda con la frontera, la nuestra, la de todos los días, la que influye en cada pensamiento que tenemos, la cercanía del otro, no hay textos, novelas, poemas, incluso estudios, sobre nuestra frontera, que a veces por ser tan grande y tan omnipresente no alcanzamos a ver. Hay una especie de temor, un algo parecido al miedo a crear discursos fronterizos, quizás por no caer en esto del provincianismo que a la hora de escribir le incomoda a algunos, hablo de personas de este lado de la rayita. Pero la frontera es un gran tema, la mixtura de los personajes, de historias, las diarias anécdotas que cualquier ojo educado puede ver, están ahí para ser escritas, porque no olvidemos nunca que la literatura, después de todo, siempre tiene la razón.

lusevo@gmail.com