Algunas Críticas

LOS MUERTOS TAMBIÉN LLORAN

 

El otro día un amigo me decía, con cierta preocupación por mí, no es cosa de llegar y lanzar un libro, claro, dije o, primero hay que escribirlo y esto, que parece una tontera me dejó pensando y me llevó, por esto de los laberintos mentales, a noviembre del año pasado en que pasé quince días entre libros, miles, millones de libros, montañas de papel de mil colores, la Feria Internacional del Libro de Santiago, no crean, uno se asusta, se siente intimidado por tanta idea dando vueltas, de tanto escritor suelto y sin identificar que recorre los pasillos de la Estación Mapocho. Lanzar un libro es el equivalente a presentar a una quinceañera en sociedad, costumbre que se ha perdido al parecer, en cambio esto del libro se ha mantenido a pesar que hay voces que auguran su muerte. Se le engalana con su mejor vestimenta, se rodea de gente que la quiere y se le adula, sería imposible que en la presentación en sociedad de una jovencita, alguien le dijera, por ejemplo, que es fea, aunque lo fuera. Pasa algo similar aquí; nadie, supongo, va a decir que el escrito es un mal libro, aunque lo sea. Por lo que me siento a salvo de los disparos, aquí rodeado de mis amigos.

 

En esta novela no he querido escribir a Arica, esta vez la ciudad se ve desde lejos, y puedo decir que más bien tiene una lectura pendular, de lejanía y cercanía, se le va a escapar al lector pero volverá bruscamente para mostrarse con su dolores y amores también. He querido escribir a las personas y los sentimientos que les nacen como consecuencia de su realidad, y desde esta realidad, dar vida a los personajes, que sean ellos los que nos cuenten sus vidas, que le digan al lector de su historia, hay que dejarlos hablar. Y esto que pareciera un juego de ideas y frases, es una realidad intrincada cuando se está frente a la pantalla, porque uno quisiera decir cosas que ellos a veces quieren ocultar, o al revés, que también sucede, uno quisiera ocultar aquello que los afea, y entonces ellos lo quieren gritar, entonces termina uno enojado, apagando la computadora y refugiándose en algún buen libro, ¿qué más?

Los personajes son el reflejo de los rostros y los modos de quienes cruzan las calles de la ciudad. Ellos, los personajes, quieren ser eso, he dejado que lo sean, pero no sólo eso, lo hemos conversado, ellos y yo, lo hemos discutido durante horas, le hemos buscado el sentido a cada sentimiento y a cada vivencia y hemos llegado a un acuerdo porque, después de todo, los sentimientos son universales y lo que cambia es sólo el matiz, el color y a veces el modo de expresarlos, pero entendemos que es el mismo, quizás con la esperanza, una vez más, que si alguien avanza en la historia se vea reflejado con alguna frase, con alguna idea, con algún gesto de este grupo de locos que pueblan y dan vida a la historia. Leyendo y releyendo a Faulkner creo haber aprendido, más bien creo haber descubierto algo que me gusta y acomoda mucho a mi forma de escribir, que los problemas interiores tienen mucha más importancia que la anécdota misma y tal vez, que la locura y la lucidez, después de todo son lo mismo, o por lo menos son realidades hechas del mismo metal.

 

Estuve unos días pensando en lo que les diría hoy, no sé muy bien lo que se espera del autor en el lanzamiento de su libro. He estado en algunos en que el autor da una clase magistral sobre algún tema que a él le interesa mostrar, bueno me dije, creo que no es el momento para eso, además yo no estoy para dar clases magistrales.

Como expresara Roberto Bolaño, escribir, “al comienzo era por renegar, por renunciar, a veces era para suicidarse, para joder a la familia”… y aunque el renegar o renunciar no se pierden nunca, poco a poco uno le va encontrando un gustillo muy parecido al vicio, aunque a los escritores no les gusta decir eso, poco a poco se empieza a disfrutar, los temas pequeños, familiares o comunales se le transforman en los grandes temas, injusticias, mentiras y logros de la humanidad y termina haciéndolo uno por denunciar, a veces también por burlarse de los que hablan demasiado y que terminan mordiéndose la lengua y las tripas, uno lo hace para que la injusticia se haga más llevadera, y también se escribe con el sueño y la esperanza que al finalizar, al poner el punto final, después del pedregoso camino de las revisiones interminables, la mochila se sienta menos pesada en la espalda, aunque sabiendo…como dijo, con tanta claridad, Faulkner, El artista sigue trabajando sin descanso y volviendo a recomenzar; y cada vez cree que logrará su fin que integrará su obra. No lo logrará, como es natural; y de ahí la razón de que ese estado de ánimo sea fecundo. Si alguna vez lo consiguiera, si su obra llegara a poder equipararse con la imagen que se hizo de ella, con su sueño, sólo le restaría precipitarse desde el pináculo de esa perfección definitiva, y suicidarse."

Creo que, eso sí, con toda certeza, que lo que atrae de este oficio es la libertad que se va descubriendo a medida que uno va adquiriendo más experiencia, esa libertad que permite crear mundos tan dispares y a veces extraños, como Comala, como Macondo, o como la Santa María del maestro Onetti.  Mucho se ha hablado de esto de la libertad en la literatura, no estoy descubriendo nada, y me parece a mí, debe ser un tesoro que alguien que ama este oficio debe cuidar hasta con su vida, que nada ni nadie se interponga entre lo que piensa y lo que escribe, ni ideologías de ningún tipo, ni creencias que le pongan murallas a su pensamiento y con esto limiten su mano al momento de buscar la frase precisa. Es el único modo de ser un fiel testigo, de llegar a ser un buen reflejo de la realidad y del espíritu humano, es el único modo de crear realidades auténticas. La libertad que tuvieron siempre los grandes, los que ahora llamamos clásicos, los que leemos asombrados, justamente de esa libertad, de su lucidez, de su adelanto a los tiempos. Y por eso sus obras cruzan las décadas y los siglos, porque un día fueron capaces de liberarse del lastre que les jibarizaba la libertad para escribir. Y supieron, a pesar de las cadenas del cuerpo y de lo físico, volar sin límites.

Este es un libro escrito en clave de ironía, pero que también quiere ser una denuncia y una renuncia también por qué no, a lo bello, a lo pomposo y glamoroso de una novela, esta no tiene nada de eso, aunque se dice que eso de quitarlo lo bello a una novela es imposible. Espero que la disfruten, fue escrita con la pasión que se espera que el autor le ponga a sus obras.

No he querido complacer a nadie, creo que mi norte es sólo la verdad, esta verdad que es distinta en cada uno, y que sin embargo es de todos, y me debo a ella y al lenguaje.

Les dejo la novela, diciéndoles que los marginados que en ella aparecen son reales, tienen una vida, y que están en todas las ciudades, pero que son casi invisibles, son traslúcidos como un vidrio sucio, y cuando alguno se cruza en nuestro camino tenemos que mirar para otro lado porque mirar a un marginado es un compromiso demasiado grande. Estos no pretenden ser los marginados de alguna de las obras de Onetti , que en su marginalidad son grandiosos, gente, según el narrador; “tímidos y engreídos, obligados a juzgar siempre por envidia o miedo” gente, “desprovista de espontaneidad y alegría” estos son menos, o más, según se les mire.

Yo no sé si el destino está escrito y es ineludible, pero sí sé que muchas veces el que se atreve a meter la cabeza en un mundo que no es de él o para él, termina viviendo una agonía que se le hace eterna.

Gracias, muchas gracias a todos por acompañarme hoy, siempre es bueno estar rodeado de amigos cuando nace un nuevo integrante de la tribu.

Luis Seguel Vorpahl

 

  

 

 

 

 

 


“Los muertos también lloran” de Luis Seguel Vorpahl o “Trozos de humanidad concretados en personajes y personajas cotidianas”

Nuestro mundo a diario nos retrata llenos de insignificantes individualismos, con vidas perdidas o escondidas entre cuatro paredes, anonimatos voluntarios o nunca solicitados, rutinas y actuaciones nada originales, lejanas a ultranza de las vidas de tantos personajes y personajas que habitan los grandes o pequeños mundos narrados, graficados sobre todo en diversas novelas y cuentos. Nuestro deambular cotidiano muchas veces también nos impide salir de ese mundillo estructurado por nosotros mismos o por el consabido y manoseado “sistema”; incluso muchos de nosotros quisiéramos en más de algún momento de manera inconsciente mantener ese anonimato que implica seguir la corriente y abandonarnos a nuestra inercia y a la pasividad del rebaño.

Sin embargo, para nuestra inhabitual sorpresa, con el asombro y la maravilla que nunca tenemos en nuestras vidas rutinarias; Luis Seguel Vorpahl, se inmiscuye en ese mundo actual con su pluma, incluso en ese mundo local ariqueño, y hurga en ámbitos incluso más rutinarios que los nuestros: la vida aséptica, desinfectada e incluso esterilizada, con todo lo que esos adjetivos implican de castración y antinaturalidad, de los hospitales. De ese mundillo de blanca faz y de oscuro corazón, nos imaginamos después de una larga fila y espera interminable de siempre escasos números de atención, parafraseando al autor “en minutos de hospital, eternos minutos”, Seguel extrae quirúrgicamente personajas y personajes encantadores y, a la vez, “desencantados”, que para estos efectos es lo mismo que “encantados”, por oscuras artes de ese mundo de piezas frías y urgencias que no son tanto.

Estos personajes y personajas, deambulan, entran y salen, no salen en realidad, por una especie de purgatorio terrenal, todo blanco y diríamos higienizado como el infierno de las moscas de Marco Denevi en su cuento breve “El dios de las moscas”, quien desde ese pequeño relato nos ilustra aún más en el entendimiento de este mundo creado en base a caracterizaciones de personajes más que a la muestra de ambientes y descripciones:

“(…) Porque también había moscas malas y para éstas había un infierno. El infierno de las moscas condenadas era un sitio sin excrementos, sin desperdicios, sin basura, sin hedor, sin nada de nada un sitio limpio y reluciente y para colmo iluminado por una luz deslumbrante, es decir, un lugar abominable.” (Marco Denevi: “El dios de las moscas” Fragmento)

En este “lugar abominable” del mundillo hospitalario sobreviven, literalmente los pacientes y figurativamente los que no lo son, inmersos en rutinas que, no obstante, su negativo peso vital, representan la esencia de sus vidas, la seguridad de sus existencias anónimas y la única forma por ellos y ellas conocida de transcurrir en este mundo. Por lo tanto, el mundo narrado les es viable y les acompaña en lugar de agredirlos, les hace vivibles sus anodinas existencias en este transcurrir lento como atención de servicio público.

                No obstante lo anterior, mejor aún, en paralelo a lo anterior o producto de lo anterior, ese mundo de carencias, inicialmente de carencias de salud física, presenta grandes personajes o personajas que gracias a caracterizaciones muy logradas por el autor, se hacen creíbles e incluso queribles. Éstos y éstas ocupan el mundo narrado con una omnipresencia casi total, incluso con detalles estilísticos como que muchos de los párrafos comienzan por el nombre propio de alguno de los personajes. Otro detalle estilístico es que los apellidos de muchos de los personajes y personajas pasan a segundo plano, importando solamente su nombre de pila.

En esta novela de personajes o entre estos personajes de novela, destaca sobre manera Ernestina que intencionadamente ya nos llega colosal desde su foto de portada, de espaldas a la cámara, anónima como debe ser cualquier “Tinita” que deambule por ahí; luego nos apabulla con su personalidad y nos ahoga con su “peso vital”; incluso su muerte nos llega grande y buena, igual como Seguel retrata a esta ingente mujer que, gracias a la maravilla de la literatura y del genio del creador, sigue omnipresente en espíritu más allá del fin de su vida terrenal, acompañando, vigilando, aprobando e incluso llorando cerca de sus afectos.

Y ahí tenemos a Ernestina, ya en ánima, omnipresente en los momentos “clímaxticos” de la novela; primero su cuerpo y su espíritu, ya separados, sirven como altar para una declaración y un juramento de amor entre Don César y Beatriz que han esperado mucho tiempo por este momento y que paradojalmente empiezan a vivir de verdad a partir de la muerte de su confidente. Luego siguiendo con su rol de guardiana de todo lo que ocurre en este “hospital de la vida”, se nos aparece en múltiples momentos que van marcando el destino final de cada uno de los pocos y suficientes personajes y pers… de la novela segueliana.

Respecto a los otros personajes y personajas principales que pueblan el mundo narrado, queremos parafrasear a Daniel Rojas Pachas y plantear que la única forma de conocerlos es leyendo esta singular novela, allí nos esperan un médico con una personalidad dicotómica, un indigente que se aferra a su bicicleta para negar su existencia de pobre, un administrador de hospital que espera y espera, una bella mujer madura que desespera por la citada espera, una campesina que crece y crece en todos los sentidos posibles, haciendo crecer a los que la rodean, un peluquero de barrio que desde su poblacional origen llega a maravillar con su posterior existencia y muchos otros y otras que giran alrededor del verdadero mundo que es Ernestina.

                Finalmente queremos decir que “Los muertos también lloran” como novela de personajes, es un compendio de humanidad, una concreción de la humanidad posible en los mundos rutinarios contemporáneos, una muestra de las únicas posibilidades de salvación del individuo que en la mayoría de los casos se redime por el amor o algo muy cercano a ello. Por lo tanto, es una novela gratificante, sensible a las necesidades del lector, atenta a finales felices y por tanto aconsejable de leer y de disfrutar en su humanidad más plena.

Primer párrafo de LOS MUERTOS TAMBIÉN LLORAN, novela

A los veintitrés años Ernestina se rindió a la evidencia espejuna que sería gorda, que debía optar por las dietas toda la vida o, más sencillo; ser definitivamente gorda y adquirir mentalidad de gorda y ropa de gorda y una cama ancha y calientita porque aunque es gorda es friolenta. También a esa edad tuvo conciencia, quien sabe de qué forma la tuvo, que le gustaba mirar más de la cuenta, que disfrutaba de los amores ajenos hasta sentir entre sus grosores una especie de gustito que no era del  mundo y entonces la vida se le hacía más fácil y podía olvidar por algunos minutos, minutos cortos, no de hospital, los gritos de burla de los pelafustanes (le encanta esa palabra) de la construcción y otros, cuando camina desde su casa al trabajo, con cierta esperanza, aunque cada vez menor, que algunos centímetros y algunos gramos retrocedan ante el ejercicio y la transpiración de la caminata y por fin lograr, sin demasiado esfuerzo, atravesar las montañas para poder depilarse con la mano derecha bajo el brazo izquierdo y al revés.

Los muertos también lloran” de Luis Seguel Vorpahl es su tercer libro publicado dentro del género y la segunda novela que entrega al lector. Lejos de ser un relato extenso de personajes y conflictos es una historia de nostalgias, frustraciones y soledades. Todas las voces que fungen como actantes revelan de principio a fin estar cruzadas por aspiraciones abortadas, grandes expectativas y recuerdos que son el sumidero de la pobreza provinciana, y no me refiero sólo a lo material, geográfico o económico sino al producto evidente de una lejanía ante esos otros centros más abstractos y avasalladores que trazan el margen vencido y derrotado frente a lo que se entiende como verdad, lo “correcto” que grava las percepciones absolutas de belleza, éxito y desde luego felicidad.

 

Vidas cruzadas por una tristeza compartida que se hace más llevadera y esperanzada al ser la miseria de un colectivo, de una comunidad de pobres diablos que se aman, recuerdan y cuentan las historias agridulces a los que los sucederán en: “esta rueda tan estúpida, tan llena de rarezas”. Ernestina, una obesa portera que sirve de cerbero al hospital de un pueblo que juega a ser ciudad, César, el calvo y pasivo administrador de la misma institución médica recordando a diario su pasado glorioso como amante y su falta de coraje para asumir la vida que ansía, Alejandro, un indigente que no se considera tal por ser dueño de una bicicleta y el receptáculo andante de un tumor, Joaquín, un desdentado y melancólico peluquero y por supuesto las hermanas de la gorda protagonista, cuya grasa, material sobrante y adiposo, no se encuentra en sus cuerpos sino en la mezquindad de sus personalidades, la lista es mayor pero conocerla es tarea de los destinatarios de la obra… Algo interesante y que me gustaría señalar es cómo las vidas que el texto y su autor nos presentan, están marcadas por algún factor somático, problemas glandulares, hormonales y cutáneos que hacen juego con aquella desgarbada épica diaria que desnuda el absurdo de experiencias arrojadas al fracaso reiterado. Un diálogo tenso entre discurso y deseo frenado por la frontera de la carne, lo que recuerda el dolor de muelas del personaje de “Memorias del Subsuelo” de Dostoievski, malestar que expresa la nausea Sartreana ante el otro y el mundo, similar al dolor de Aniceto Hevia que Manuel Rojas forja en tan memorable pasaje llamado la herida, una alegoría que cruzará toda la literatura Chilena contemporánea indagando en la fisura que resume nuestra huerfanía y desamparo cultural. En “Los muertos también lloran” de Luis Seguel Vorpahl, la frontera y el abandono asumen otro rostro, cristalizado en kilos y kilos de sueños pospuestos y distancias que como dice la obra: “se vio abrazándola y sintiendo que jamás podría cruzarla completamente con los dos brazos como lo requería el momento”.

 

Daniel Rojas Pachas

Escritor, Editor de Cinosargo y Académico de la UTA.

“Los muertos también lloran” constituye otra sorpresa de Luis Seguel Vorpahl. Sorpresa porque después de algunos silencios sísmicos, nos remece con su novela llena de intimidades cotidianas de personas universales. Mínimas si se quiere, pero omnipresentes en todo alrededor y donde se pueda mirar, en las esquinas del centro, en los suburbios de veredas quebradas y calles intransitables, en los cementerios, hospitales, en mercados de abastos, frutas y verduras.

Poner los ojos en la novela del ariqueño Seguel Vorpahl, es apreciar la vida cotidiana de la humanidad, que se construye en cada segundo con gestos de grandezas y miserias, con dramas y comedias, fastidios, emociones, pequeños gestos de heroísmo y perversidades refinadas.

La virtud del novelista es que nos permite descubrir grandes historias en vidas mínimas. Y si leemos y releemos el libro “Los muertos también lloran”, surgen nuestros rostros, nuestros barrios y mercados. Nos revela de golpe la vida que tenemos. Entonces le agradecemos a Luis Seguel Vorpahl por el favor concedido.

Y lo hace con buena prosa, con talento y con el invisible don de la experiencia (y los años dirán otros menos delicados).

Y además la novela aporta identidad, y traslada esta pequeña aldea remota al mundo globalizado, y se lleva a sus personajes, y nos lleva todos. Otra vez gracias por el favor concedido.

Ya habrá más tiempo para leerla con calma, y decirle al autor que algo pudo ser mejor, que faltó ponerle un poco de sol a las mañana grises que son las menos en Arica.

Por ahora, está notificado que usted tiene una gran responsabilidad y varios desafíos que no son menores.

Responsabilidad, produzca, produzca y produzca. Desafíos, sortear las vallas más altas que van dejando sus novelas, y que las ediciones se agoten.       

 

                                    “Los muertos también lloran”

    

       Aún no sabemos si los muertos –en ese estado- ríen, lloran o sienten, están atentos, omnipresentes, expectantes. Lo que sí conocemos es que la extinción del proceso homeostático es inexorable. Sin embargo, el acto de morir puede ser concebido desde distintas visiones. Así, en literatura, los escritores desde las tragedias griegas hasta los autores más contemporáneos han encontrado en la muerte una gran fuente de inspiración.

     Luis Seguel Vorpahl en su tercer parto literario, la novela “Los muertos también lloran” (Mago Editores 2011, 161 páginas) aborda el tema no como en fin en si mismo, sino como la consecuencia última en la existencia de los principales personajes de su historia; vidas cotidianas y comunes, unas marginales no en su esencia sino en sus circunstancias (Alejandro, Joaquín, Rosaura) algunas idílicas en nostalgias y sueños contenidos (don César, doña Beatriz) otras, juguete de la sordidez afectiva (Del Río) y la del introito, marcada por el peso de la frustración de lo que la naturaleza le mezquinó (Ernestina). Suerte de leitmotiv de la narración.

      Todos de alguna manera son tocados por la guadaña de la muerte, no como un hecho de por sí impactante y concluyente, aunque doloroso en su génesis, sino como la paradoja que pone término a unas existencias que han superado la adversidad en cada caso; la marginalidad, la pobreza y la enfermedad; la desidia y la indecisión; la eros-dependencia -abruptamente cercenada por un ilícito, aunque liberador (algo como lo de Bin Laden)- la frustración, la soledad y la indolencia. Así, el relato converge en una especie de promoción que redime social y afectivamente. Los personajes son aprehendidos por las circunstancias de lo que se nos cuenta, que si bien éstas comienzan con una dura marginalidad que nos lleva -en nuestra imaginación como lectores y en el prejuicio discriminador como seres “beneficiados por la vida, políticamente correctos”- a anticipar erróneamente el derrotero de la trama, la que creemos plasmada de anti-valores como la promiscuidad, el alcoholismo, la homosexualidad desenfadada, la desadaptación social, o las carencias propias de la desigualdad y el desamparo; ello es asombrosamente revertido. Seguel Vorpahl, en una actitud tal vez contestataria frente a guiones narrativos de excesivo uso en nuestra actual literatura, análogos y recurridos y “para que la injusticia se haga más llevadera”, nos sorprende con sus personajes. Todos o casi todos, protagonistas humanizados, dignos, sensibles, decentes, apreciables; sujetos de un relato tonificador, esperanzador, hasta algo romántico, donde los valores de la más leal amistad (Alejandro-Joaquín; Ernestina-doña Beatriz), la comprensión y el perdón ante la caída y el error (Alejandro-Rosaura), el amor enhorabuena consumado (don Cesar-doña Beatriz; Joaquín-Ernestina), los actos de justicia (doña Beatriz-Las codiciosas hermanas de Ernestina) y el valerse de las buenas oportunidades (todos), ponen las cosas en su lugar y en su más justa medida, menos en las largas horas de hospital, preámbulo de la muerte que sorprende inexorable, inmanente, perfecta… llorada.

     De esa manera se da como un axioma, lo que el autor consigna en la página 111 de la novela: …”Arica es la única ciudad del mundo en que una calle empieza en la puerta del hospital y termina en la puerta del cementerio, la misma calle, pocas cuadras, así que alguien nacido en la ciudad puede decir sin temor que la vida, después de todo, consiste en caminar unas cuadras…”

Eduardo Urrutia G.

 

Aparecido en LAS ULTIMAS NOTICIAS día viernes 16 de septiembre


CÁLLATE VIEJO E MIERDA

 

 

 

Cállate Viejo ´e mierda de Luis Seguel Vorpahl:
Otra mirada al norte grande.

Por
Daniel Rojas Pachas


Dentro de los lanzamientos que Mago Editores realizara a fines del año pasado durante la feria del libro de Santiago 2008, encontramos una novela publicada bajo la colección “Viaje al fin de la noche” llamada “Cállate viejo `e mierda” la cual fue escrita por Luis Seguel Vorpahl, narrador nacido en Pucón en el año 1955 pero afincado en Arica desde hace más de tres décadas.

La presencia y deuda del título con el norte grande, es ineludible; no sólo por tratarse del espacio vital del autor, sino porque este eligió la ciudad fronteriza como telón de fondo para estructurar la diégesis y discurso central de esta, su segunda obra de narrativa extensa.

De forma picaresca y socarrona Seguel Vorpahl equilibra la comicidad y el drama y nos relata las peripecias de un escritor nortino paradójicamente llamado Gracio Espejo, pues su porte físico poco agraciado ante el reflejo y la mirada del resto, personalidad agazapada, temerosa e inadecuada frente al mundo y sus cambios, hacen de él, un desgraciado misántropo que a temprana edad, asume voluntariamente el llamado de abstraerse del espacio que lo rodea.

A fin de superar las barreras físicas y metafísicas que lo anclan a su mundana existencia carente de sobresaltos y marcada a fuego por los valores y aprensiones de su madre; Espejo vuelca todos sus anhelos y obsesiones en el arte de crear mundos por medio de la palabra. Realidades ficticias que el lector puede conceptualizar rápidamente como representaciones exageradas y romantizadas de Arica y el esplendor que la ciudad gozara a principios del siglo XX producto del comercio, el vertiginoso crecimiento y urbanización que iba de la mano con el turismo.

Este fenómeno, halla su punto más álgido en la arquitectura del tan recordado Hotel Pacífico, la anecdótica visita de figuras como Charles Aznavour, cantante y actor francés que pasara por la ciudad con el fin de rodar un film, y desde luego, hitos de sobra conocidos como el mundial del 62.

Esta visión hiperbolizada y nostálgica del mundo sumado a los personajes que forman parte de las fantasías escriturales de Espejo, gánsteres gordos de origen italiano, policías de quijadas prominentes y una femme fatale de tentador nombre con sonsonete gálico y silueta que desquicia, van construyendo a vista y paciencia del lector una trama que discurre por la abúlica y frágil consciencia del protagonista, sus fracasadas relaciones amorosas con atribuladas mujeres, su patética vida laboral y sus tragedias personales que contrastan con la meta-historia que Seguel Vorpahl construye y que corresponde a la ficción dentro de la ficción, o sea, la obra narrativa de Espejo.

La operación del escritor nos revela entonces, una caja china o muñeca rusa, que hilvana a la par de la trama principal, un subordinado segundo nivel de narración propio de serie negra con matices de novela rosa. La protagonista de esta metadiégesis o meta-historia es Lia, una mujer cuyo único talento es una desbordante belleza y la forma en que manipula sus atributos físicos para satisfacer sus pasiones y ego, sin importar las consecuencias que sus deslices provoquen a su alrededor.

Lo notable del juego y el talento del autor, está en la forma en que mantiene esta dicotomía, verdad-fantasía, haciéndola verosímil para el receptor, pues los hechos se suceden de modo paralelo y se afectan entre sí.

La metanarratividad como estrategia textual no es algo nuevo, basta con remontarnos a Las mil y una noches o al mismo Cervantes y así podemos seguir sumando hasta nuestros días, lo destacable del texto de Seguel Vorpahl sin embargo, estriba en cómo se logran comunicar estas dos dimensiones, sin exponer la estructura, el andamiaje que sostiene el acto y que permite la vitalidad del pacto entre lo enunciado, cómo se enuncia y el efecto que provoca en quien lo recepciona.

Seguel Vorpahl trabaja para ello con un doble código lo cual le permite ampliar su espectro comunicativo y abordar otras dualidades no menos importantes. Por ejemplo el par best seller/ novela de sillón. Lo paraliterario, propio de una novela de simple distendimiento, lo encontramos en el tipo de narrador que organiza los hechos y la constitución de su voz. Un análisis pragmático revela su registro, el fraseario vernacular y el dinamismo descriptivo lleno de redundancias, exceso de adjetivización y giros estereotipados propios del melodrama o culebrón, escritura dirigida a un destinatario popular que sólo quiere enfocarse en la intriga y avanzar en la lectura.

Ahora, si atendemos al diseño; a la forma y la consciencia y control que tiene el escritor dentro de su proceso, para plantearse de antemano la necesidad de un narrador como el recién descrito a fin de no hacer hermética su propuesta, nos topamos con la otra faceta del texto, la de un creador con oficio que sabe mimetizarse y jugar con las expectativas de sus hipotéticos y eventuales lectores. El libro en esta medida, se halla plagado de referencias y técnicas para un intérprete más aguzado y crítico, se olfatean guiños constantes a Hemingway, a su decálogo, a su estilo parco, a su juego del dato escondido, y a lo mucho que este aprendió de los clásicos rusos y franceses, la intertextualidad brilla desde la primera línea del texto: “El mundo era una fiesta” parafrasea y reformula la voz principal de Cállate viejo ´e mierda. Asimismo, no hay que ignorar el cómo se establecen los vasos comunicantes, como se salta sutilmente de la ficción principal al metatexto, y el modo en que se anexan constantes digresiones dirigidas al oficio y la percepción de un lector/escritor. La obra binariamente compuesta atrapa al lector semántico llamado por algunos ingenuo y desafía al lector semiótico conocido también como crítico.

En la misma medida es importante atender a otro par el fundacionalismo/ universalidad, estas dos caras se contraponen en el texto, a ratos de modo satírico en otras de forme grave, pero siempre manteniendo la caricatura como una crítica al creador atrincherado en su feudo físico y mental de provincia, cerrado olímpicamente al mundo mientras sostiene su aislamiento como una bandera de lucha. La abulia de la capital y la indiferencia a todo lo que no sea parte de su esfera, no se restringe. Por un tema de encuadre, si estamos hablando de un escritor más cerca de otras capitales del mundo que de la suya propia, no podemos soterrar el golpe directo al rostro que Seguel da a la realidad productiva y de difusión literaria, existente en nuestro rincón del continente.

 

El llamado de atención es tanto para los que se sienten periféricos y se autocompadecen de su situación como para los que están en el ojo del huracán. De esta manera Seguel  Vorpahl asume su causa con el escritor mismo, libre de todo chauvinismo y mirada gregaria o sectarista.

Ligado a esto último, otro punto a reseñar, es el de la enciclopedia. Pues el lector informado con respecto al panorama literario del norte grande y en específico de la región, puede entender mejor algunos chistes y señas, como la que se hace en torno a la figura del aspaventoso Gamael Hernández y la dinámica reunión en el círculo de escritores de la ciudad. Una licencia, entre otras referencias a calles, playas y espacios emblemáticos, que sin embargo no pasan más allá del chiste interno, pues como señalé, la doble codificación permite al lector externo y universal, reconocer en aquel personaje con bigotes a lo Dalí a todo pomposo ente de las letras que se da en diversos contextos mundiales y locales, y que a nivel nacional se resume en la imagen de un Pompier magistralmente ideado por Lihn.

La sufrida reunión no se aleja de cualquier prototípico conventilleo de vacas sagradas y las alegorías al pueblo de turno y su patrimonio urbano, forma parte de la ambientación. Si Vargas Llosa delira con Jirón de la Unión y el tetas negras con Paseo ahumada, ¿por qué un narrador nacional no puede trasladar a su público a una pseudo cosmopolita 21 de mayo y las faldas del morro?.

La obra en definitiva, es refrescante dentro de la producción novelística del norte grande, no sólo por la limitada cantidad de títulos que al año se dan a conocer y emergen de esta zona, especialmente dentro de lo que podemos llamar narrativa extensa, sino también por el interés y ambición permanente del autor de explorar en su discurso una gama de oposiciones que van revelando en el contraste de pares tan antiguos y manoseados como la frontera lábil entre ficción/realidad, elitesco/popular, cosmopolitismo/fundacional e incluso escritura/oralidad una vertiente sensible y consciente, de carácter desmitificador capaz de traspasar las barreras de lo que se ha presentado como propuesta de novela que surge desde el norte de Chile y que trata en particular de Arica al no caer en los lugares comunes que limitan entre el abismo de las cuestas y el desierto de la línea de la concordia.

 

 

 

 

 

LA NOVELA DE ARICA

“Cállate viejo e mierda”

 

Juan Vargas Díaz

 

Luis Seguel Vorpahl , ariqueño, ganó la Beca de Creación Literaria del Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura, que depende del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, con su novela “Cállate viejo e mierda”, un título por cierto ortodoxo, original, quizás contestario y diría hasta agresivo y provocador.

Y por ahí partimos bien. Nada de medias tintas, aguas tibias y sensiblerías.

Es un libro de 150 páginas, en una edición sólida (libros que duran muchos años y que se pueden regalar sin aprensiones). MAGO Editores hizo un buen trabajo y cataloga la obra de Luis Seguel Vorpahl en la serie Novela Chilena Actual.

El índice de la novela no puede ser más orientador: Capítulo uno, capítulo dos, capítulo tres. Y la portada, una visión fantasmagórica de la Catedral San Marcos, agrega misterio a los escarceos y a la manipulación previa del lector.

La aventura empieza en la página 9, con la primera frase del libro: “El mundo era una fiesta…”

 Me acordé de García Márquez: “Frente al pelotón de fusilamiento el coronel Aureliano Buendía había de recordar la tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo…”

 O al mismo Cervantes: “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”

Cientos de entradas célebres, que son como los saludos cuando te invitan a una fiesta. Te reciben formalmente, cordialmente, fríamente, o te abrazan y  te llevan adentro.

Exactamente pasa con la novela de Luis Seguel Vorpahl. El mundo era una fiesta.

Arica era una fiesta, no solo para Gracio Espejo, también para Lía y su cohorte de admiradores, y para cada uno de los personajes que danzan y que se entremezclan en una vorágine de pasiones, dramas, odios, risas, desesperanza, muerte, y todo el fluir de la vida de una ciudad mágica, endeble pero fuerte a la vez, que se triza y se recompone, que llora y ríe. Que cae cien veces y se levanta cien veces para seguir caminando, sepa Dios a dónde, pero camina.

Los ariqueños que lean la novela van a reconocer personajes y situaciones. Van a recordar leyendas, mitos urbanos, historias de café. Van a reconstruir sus calles y lugares de esparcimiento. Luis Seguel Vorpahl les devuelve una Arica que se armó como un loco rompecabezas y Gracio Espejo los llevará abrazados al interior de la fiesta.

Estamos frente a la novela de Arica. No es fácil encontrar literatura en serio en estos tiempos de consumismo extremo, en este mundo de entretención y de placeres urgentes. Y sume el verdadero “hobby” que es escribir hoy, como epidemia incontrolable de egos.

Sin embargo Luis Seguel Vorpahl muestra en su libro "Cállate viejo e´ mierda"  oficio, vivencias, observación y descripción, trabajo serio, muchas pestañas quemadas, diría canas, desvelos, y tal vez hasta visitas al oculista.

Trabajar literatura son palabras mayores. Es un oficio extraño, místico, inmensamente riesgoso porque se expone el autor, gratuitamente, a la vindicta y al escarnio popular. Creo que se va mucha vida, incluidas neuronas y energías. Estamos hablando de literatura en serio.

Novela estructurada, escrita en buen idioma, con personajes convincentes, ambiente, tiempo, espacio, mundos interiores, y especialmente llevar al lector a vivir emociones, sentir en la piel  los efectos del pánico, la ira, la alegría, la pena, el amor, el placer. La novela de Seguel Vorpahl  se construye a partir de historias cotidianas con valores universales.

El autor es una artesano, un escultor, un pintor de las realidades mágicas que se encuentran en el alma profunda de sus personajes, encadenados magistralmente en historias sin fin, sin pasado, sin presente, sin futuro.

Estamos frente a una auténtica obra de arte, reconocida a nivel nacional por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

No queda otra cosa que leerla, la novela está disponible en las principales librerías de Chile y la ciudad.

 

 

 

 LA DIALÉCTICA PASADO-PRESENTE EN LA NOVELA

CÁLLATE VIEJO E MIERDA DE LUIS SEGUEL VORPAHL

Ponencia presentada en la Sochel 2009, Valdivia

 

 

PATRICIO ÚBEDA ÚBEDA

CATEDRÁTICO

UNIVERSIDAD DE TARAPACÁ

ARICA CHILE

0.    Introducción

 

Esta ponencia se propone analizar e interpretar la novela Cállate viejo e’ mierda de Luis Seguel Vorpahl, cuya estructura polar opone el pasado ariqueño al presente; y se desarrolla en el contexto de la ciudad de Arica, abarcando desde 1960 hasta 1980, aproximadamente.

 

En su esencia, la novela surge como la voz de una sociedad que ha perdido la dirección del arte, la ciencia y la moral, y funciona al ritmo de la economía. En ese contexto, la estructura de la obra se funda en la necesidad de explicar social, cósmica y estéticamente al hombre de hoy.

 

A nivel del discurso, la novela se organiza como un relato en el que la narración básica enuncia el proceso creativo, que aparece como una lucha entre la realidad y la ficción, en que la ficción busca desprenderse gradualmente de ella, hasta lograr la independencia, la autonomía artística creada por el lenguaje literario.

 

Para cumplir con nuestro propósito, nos apoyaremos en el modelo socio-semiótico de Bajtín, que marca una ruptura metodológica con el formalismo en una triple dimensión: estética, teórica e ideológica.

 

En este contexto, nuestro trabajo se iniciará con una breve exposición sobre el planteamiento de Bajtín. Luego se ubica la obra en el contexto de producción y recepción y después de ello, realizar un análisis que contemple tres actividades: determinación de la estructura y de su organización discursiva.

 

1.0          Marco teórico y conceptual.

 

Según Bajtín, oponiéndose al formalismo, el texto novelesco no constituye un texto autónomo y cerrado en sí mismo, sino un componente más que forma parte del quehacer  cultural. Esta ruptura metodológica con el formalismo se da en una triple dimensión: estética, científica e ideológica.

 

En lo que concierne a la dimensión estética, el autor toma en cuenta sólo el aspecto subjetivo de los interlocutores, rechazando la dimensión retórica; porque esta apunta a la persuasión y no a la verdad, provocando una ruptura con la idea racionalista de verdad, que concibe como un acontecimiento  valorado por un pensamiento “emotivo-volitivo” (Beltrán, 1995:59) Con ello Bajtín quiere demostrar la incapacidad del formalismo de dar cuenta del objeto estético y de todo el dominio de la razón práctica (ética, política, cultural).

 

De esta manera, la idea de verdad como acontecimiento y de noción de estilo “emotivo-volitivo” se constituyen en los factores que permiten comprender la experiencia estética, que se compone de dos momentos principales: la empatía y la objetivación. La primera, que actualiza algo que estaba en potencia, se caracteriza por cierta suspensión del juicio, del proceso racional, permitiendo un contacto sensorial-intuitivo-emocional, que nos revela sentidos inéditos que evidencian valores. El segundo componente se presenta como un distanciamiento, como un estímulo a la actividad racional, que busca explicar el sentido revelado, el por qué del efecto estético. En última instancia, estos dos movimientos definen el perfil del objeto estético, al otorgarle sentido de unidad.

 

La idea de empatía se relaciona con la realidad humana, que está configurada por una pluralidad de voces, de conciencias y de discursos, que asumen una actitud dialógica, haciendo del diálogo la esencia de la vida. Esto significa que el pensamiento de Bajtín se opone a todo tipo de centralismo lingüístico, ideológico, cultural y social y, naturalmente, a todo tipo de enfoque abstracto, formalista, en que esté ausente lo humano. Los discursos literarios son el producto de la trasformación que experimentan los diversos discursos sociales, cada uno con su propia perspectiva ideológica. Al incorporarse al discurso novelesco, la multitud de voces, que pierden su carácter socio-lingüístico directo, se manifiesta a través de las palabras del autor, de los narradores, de los discursos insertados y del discurso de los personajes, cobrando sentido en un contexto determinado (Bajtín, 1989: 77-236).

En este sentido, la novela se puede entender como un espacio de encuentro de discursos en el cual concurren múltiples voces sociales, que permiten poner en relación el universo de la ficción con la realidad histórica, hecho que deriva en una doble consecuencia. Primero, la construcción del discurso novelesco pone en evidencia la marca ideológica de los discursos sociales representados ficticiamente en el texto literario, a través de la organización del lenguaje en el discurso. Segundo, la acción ejercida por la realidad histórica pone de relieve el sentido que adquieren los sucesos narrados para el lector en el contexto social, político e histórico en el cual está inserto.

 

La marca social e ideológica que lleva el discurso se constituye en un hecho clave, que produce en el texto novelesco un tipo de significación plurívoco. Por tanto, entendida la novela como un espacio de encuentro de distintos discursos, se constituye en el lugar privilegiado de la interacción verbal, social e ideológica.

 

De este modo el texto novelesco, materializado en el lenguaje, se constituye en un hecho social e histórico, que define el fenómeno literario como un proceso de comunicación, que pone al descubierto a los participantes del proceso creador y receptivo, es decir, establece un vínculo entre el autor, la obra, el contexto y el lector.

 

Consecuentemente, Bajtín no define la ideología en el sentido marxista tradicional de “falsa conciencia” (1), sino como un sistema de pensamiento y de apropiación de la realidad en un grupo o clase particular por intermedio del lenguaje, es decir, por un sistema de signos que genera el sentido de la sociedad. De este modo, el lenguaje se constituye en el material semiótico de la conciencia humana, dándole una orientación dialógica a la ideología, que se ofrece como un proceso concreto y vivo, semejante a la dinámica de la práctica social y a la actividad voluntaria que asume el sujeto en ella. El texto establece un diálogo con las fuerzas vivas de la cultura en que se inserta, esto es, facilita el diálogo de las infinitas voces que conviven en el espacio social.

 

De acuerdo a Bajtín, el análisis inmanente del material verbal de una obra de arte literario, no puede dar cuenta del lenguaje en su determinación artística y literaria, quedando sin explicar, por ausencia del elemento valorativo, la tensión emocional y volitiva de la forma. Por tanto la forma no debe entenderse como aspecto externo de algo, sino como estructura encargada de la organización del contenido, en la que el propio contenido determina el carácter de dicha organización.

 

2.0. Contexto de producción y recepción.

El autor ha seleccionado el tema del medio social e histórico, transformándolo durante el proceso creador en contenido de la obra, tarea que lleva adelante a través del lenguaje y de la organización del discurso en el texto. Esta organización, que permite al lector vincular los aspectos temáticos y el lenguaje, garantiza la materialización artística de la obra, su coherencia interna y externa. De este modo, el contenido de la obra es el resultado de la unidad entre el tema que se ofrece al autor como posibilidad de expresar sus propias vivencias en forma artística, contribuyendo con ello a revelar la unidad entre forma y contenido, que resulta de la transformación de los significados convencionales del lenguaje, todo lo cual favorece que el texto sea experimentado, sentido, en vez de comprendido e interpretado.

 

Por tanto, como objeto estético, sensible, la forma de organización de la novela provoca la semiosis, haciéndola significativa. Situada en el contexto de la ciudad de Arica, su desarrollo, que abarca desde 1960 hasta comienzos de los 80, aproximadamente, se haya condicionado histórica, social y culturalmente. Sin embargo como objeto estético, no podemos confundirlo con el mundo real, ya que constituye un mundo con dimensiones propias. Lo representado en la obra constituye un mundo ficticio, que es producto de la imaginación creadora. De este modo, puede entenderse como un tenso y esclarecedor ejercicio sobre la realidad ariqueña, como asimismo, una visión de la contaminación ética  del consumismo que se ha instaurado en la sociedad contemporánea. En última instancia, constituye un intento de ser la voz de una sociedad que funciona al ritmo de la economía y se ha olvidado de la importancia del arte, la ciencia y la moral en la vida humana.

 

En este contexto, la estructura polar de la obra, que opone el pasado al presente, nos permite percibir la realidad social, cósmica y estética del hombre y el mundo de hoy. No se trata de una relación real entre el mundo que vivimos y el mundo ficticio de la novela, sino se trata de una relación de razón estética, metafórica. El mundo evocado en la novela nos lleva a establecer una relación de significado entre el mundo real conocido por el lector y el mundo ficticio. Por ejemplo, la presencia de ciertos nombres o acontecimientos como barrio industrial, Austin Mini, campeonato mundial del 62, Junta de Adelanto de Arica, la ciudad  del Nylon, La Virgen de Las Peñas, el Casino de Arica, son elementos de la ficción que permiten al lector relacionar Arica actual con Arica antes de la Dictadura militar. Antes del 73 Arica era una ciudad rica, en la cual había de todo, y la gente no se endeudaba; compraba todo al contado. La demolición del Hotel Pacífico es la gran metáfora, que simboliza la decadencia de Arica.

 

De este modo, los elementos constructivos en tensión constituyen la marca ideológica que pone en juego el conflicto entre la presencia y ausencia, que establece el proceso generativo del texto en el horizonte ideológico de la época (Bajtín, 1992). Siendo así, lo ideológico del signo va a depender siempre de un sujeto real, en un determinado momento histórico y situación social. Y es justamente la participación de lo social en la semiotización del signo, lo que lleva a Bajtín a establecer que todo signo es ideológico y todo ideología se materializa en algún signo concreto (Voloshinov, 1992). Por consiguiente, todo texto literario es ideológico, y si analizamos los elementos constitutivos en tensión de la novela podemos llegar a “la plenitud semiótica de la tensión ideológica” (Mancuso, 2005: 143). Veremos a continuación cuáles son los puntos estructurales de la obra donde se manifiesta la tensión ideológica, tanto desde el nivel de la historia narrada como desde el nivel del discurso. Es decir, primero desde el punto de vista de la estructura; y luego desde la perspectiva de la organización del discurso.

 

3.0. Organización estructural de la novela.

El eje estructural, que constituye la armazón del texto, es la oposición entre el pasado glorioso de la ciudad de Arica y el estancamiento en que se encuentra sumida. Dice el narrador:

 

“aunque la palabra ciudad podría ser que aún le quede grande a una Arica que ha crecido arañando apenas el camino hacia el progreso aun cuando puede exhibir un pasado glorioso” 8p.11).

 

En este marco se desarrolla el relato, que se inicia con una ceremonia matrimonial Aymara, realizada en la Catedral San Marcos. En forma paralela al relato básico, se narra la historia que relata el proceso creador de una novela, en la que Gracio Espejo aparece como un “escritor bastante poco reconocido por sus novelitas casi policiales” (p.17). RosaLía Matamala, Lía, que aparece en la fiesta matrimonial en Cerro Sombrero, abre para el incipiente escritor la posibilidad de hacerla la heroína de la historia. Sin embargo, en el proceso creativo empiezan a surgir las primeras dificultades, que tienen su origen en la realidad cotidiana, la vida que vive el novelista. Gracio Espejo no vive el mundo de ahora, “el mundo de la teléfonos móviles y de las computadoras personales” (p.16), sino que se quedó en el pasado.

 

A fin de proseguir con el proceso creativo, el autor debe luchar tenazmente con el medio en que vive. Su propia madre se constituye en el primer obstáculo, a quien debe comprar el pan todos los días. Pero el proceso creativo continúa, y a medida que avanza la escritura, Gracio Espejo empieza a liberarse de la realidad cotidiana y así la escritura comienza a mejorar.

 

A medida que avanza el proceso creativo y el autor se va despojando de los elementos de la realidad, el relato comienza a tomar forma; y en este proceso van surgiendo otros personajes, que le dan a la trama más dinamismo. Uno de esos personajes es el inspector Espinoza, que se siente fuertemente atraído por la heroína, logrando relacionarse con ella. Sin embargo, esta situación crea una guerra silenciosa entre Pacchiotti, el mafioso amante de Lía y el detective. Mientras esto se va gestando, Gracio Espejo deja por un tiempo la escritura, pues surge en su vida una mujer, Renata, que lo aleja de su oficio de escritor; porque el amor surge como fuerza que lo despoja de su capacidad creativa, como una vuelta a la vida cotidiana, donde la fantasía y la imaginación creadora están ausentes. Pero el autor ya ha tomado la decisión de ser escritor, y opta por la soledad. Entonces recorre la ciudad, sueña con lugares desconocidos y esos escenarios se constituyen en el espacio donde se mueven sus personajes. El Manhattan, surge como un lugar de la ciudad que expresa la vida nocturna de Arica, el lugar de encuentro de grandes artistas, como el Pollo Fuentes, el Blue Ballet, etc. Pero también el escenario del crimen y la coca. Aquí el policía asesina al guarda espaldas de Pacchiotti, por celos. Asesina al propio Pacchiotti, cuando este se iba a casar con Lía y, finalmente se suicida.

 

En medio de este ambiente de guerra, Arica aparece como la ciudad feliz, llena de proyectos, en que las empresas dan trabajo a la gente, abierta al mundo, en el que el tráfico de ropa y todo tipo de mercadería era llevada al sur del país. Por otra parte estaban las grandes industrias, automóviles, televisores.

 

Ha muerto su madre y Gracio Espejo siente la necesidad de terminar la historia de Lía. Pero surge otra mujer en su existencia, Carla, de quien aprende que se puede ser honesto en la vida; porque el dinero no constituye la única medida que valora la existencia humana. Ella, si bien es cierto era una prostituta, era una mujer que luchaba por su hija, que la único que tenía en el mundo. Por eso cuando Estelita muere, se suicida, porque su vida perdió todo sentido.

Gracio Espejo ya había creado el personaje; pero llegó el momento en que:

 

“Sintió la necesidad urgente de terminar la historia de Lía y deshacerse de ella, empezó a molestarle su presencia en cada situación diaria y Gracio Espejo se zambulló a escribir mucho más ansioso que el día anterior y queriendo terminar lo antes, mucho antes de lo que se imaginó al comienzo de la novela” (p. 78)

 

Como ya sabemos, se había enamorado de Carla y esto le quitaba tiempo para el trabajo literario. Por eso quiere destruir lo escrito; pero el suicidio de Carla le da libertad y puede retomar la historia de Lía. Finalmente, después de permanente búsqueda, logra publicar la novela haciéndose conocido y famoso.

 

                        La historia de Lía termina en matrimonio con un hombre que llega desde Santiago, un gran empresario y visionario que se instala con una gran ferretería. Se llamaba Américo Astudillo. Este hecho marca un cambio radical en la vida de la heroína.

                        Gracio Espejo, que se había construido una casa en Azapa, al final termina medio loco, confundiendo la realidad con la ficción.

 

4.0. Organización del discurso.

 

                        A nivel del discurso, la novela se organiza como un relato en tercera persona, en el que el narrador introduce un personaje, Gracio Espejo, que está escribiendo una novela. El proceso se escritura abarca casi la totalidad de la narración. El narrador básico en tercera persona, a medida que avanza el relato, va incorporando datos sobre el escritor, la vida de Arica, su gente. La buena situación de Arica en la década de los sesenta y cómo empezó a decaer, cuando el gobierno de Allende fue despojado de su cargo por un golpe militar, que gobernó al país a través de una junta, que posteriormente se transformó en una dictadura. El país entero debió someterse al toque de queda.

 

                        El narrador básico detiene por momentos el proceso creativo para dar paso a los problemas personales del escritor, sus amores, y luego continuar narrando la historia de Lía, hasta integrar la acción matriz de la novela, al final.

 

                        Esta forma de estructurar el relato, exige la presencia de un narrador que utiliza la focalización cero, el que situándose en el centro de la obra, nos entrega la historia básica a través de las acciones narradas, pensamientos y actividades que realizan diversos personajes, asumiendo las múltiples voces mediante el uso de la tercera persona. El narrador sitúa la acción en Arica, escenario principal desde el cual va configurando la trama. El tiempo fluye, se detiene por algunos momentos, luego avanza nuevamente y retoma el punto de partida en constante movimiento. A veces asume la primera persona en que los personajes hablan directamente sin su intervención.

 

                        La focalización cero se complemente con la focalización interna, que le permite al narrador introducir el punto de vista de los personajes dentro de la historia, fijando la perspectiva a través de las acciones y pensamientos de los personajes. Así el diálogo y el monologo contribuyen a robustecer la acción matriz, dándole más objetividad y credibilidad al relato.

 

                        A medida que avanza la narración, se nos informa de otros hechos que ponen al descubierto la personalidad del autor y de la protagonista de la historia. Los hechos de violencia provocados por el detective Espinoza, dan lugar a un desenlace trágico, que tiene su origen en la venta de coca.

 

                        Al final, cuando ya se ha resuelto la historia del proceso creativo, el narrador básico asume el relato, uniéndose ambas líneas narrativas, ya que la historia de Lía se integra al proceso narrativo global, que asume el narrador básico.

 

                        En síntesis, en la construcción de la novela se ha seguido un proceso creativo que evoluciona de lo real a lo ficticio. Esto es, implícita y articulada en la estructura misma del relato, la narración básica enuncia el proceso creativo, que aparece como una lucha entre la realidad y la ficción, en que la ficción busca desprenderse gradualmente de ella, hasta lograr la independencia, la autonomía artística creada por el lenguaje literario.

 

                        Se puede definir como la Novela de Arica, por cuanto se desarrolla en un espacio que corresponde a la realidad ariqueña y transcurre en e un tiempo en que esta ciudad fue una zona de prosperidad y muy atractiva para el resto del país. La trama, los personajes, y el espacio cumplen la función de poner en relieve esta situación, que se enmarca en un eje temporal de un antes y un después de la dictadura, la grandeza de antaño y la decadencia de ahora.

 

Conclusión.

 

                        En relación con el marco teórico-metodológico, se puede concluir:

a)    La novela analizada, entendida como un signo producido en el marco de la vida social, política e histórica, no puede prescindir de lo ideológico. Pues, como forma de comunicación que vincula en proceso creador con la experiencia estética, pone en relación la vivencia que la originó con la experiencia del lector. Por tanto, lo ideológico que, como elemento semiótico, no aparece explicitado en el enunciado textual, opera sobre la sensibilidad del sujeto. De modo que el efecto estético y el efecto ideológico actúan en forma simultánea sobre el lector en el proceso de lectura.

 

b)    La ideología se manifiesta a través de la temática específica de la obra, la organización de la trama y el discurso de los personajes.

 

c)    La presencia del componente ideológico en la constitución del texto no depende de la posición política o ideológica del autor, sino de una relación de sentido que fluye, por una parte del aporte ideológico del autor y, por otra, de los distintos niveles de la obra, el contexto y el lector.

 

En lo concerniente al análisis, se puede concluir:

 

a)    El texto encarna las transformaciones que ha experimentado la realidad social e histórica de nuestro país como consecuencia del golpe militar, originando un nuevo orden social que se sustenta en el consumismo.

 

b)    Consecuentemente, el tema tiene su origen en la realidad social, política e histórica del país, como asimismo en la vida cotidiana.

 

c)    En este contexto, el material seleccionado por el autor está ya ideologizado y, por tanto, va a influir en la estructura y organización del discurso, que asume la forma polar, generada en la marca social e ideológica que define el discurso novelesco.

 

 

En síntesis. El análisis de la obra nos ha permitido:

 

a)    Conectar el mundo ficticio representado en el texto con el mundo real;

 

b)    Explicar las transformaciones que ha experimentado la sociedad chilena.

 

c)    Plantear la creación literaria como creación dentro de la creación, que evoluciona de lo real a lo ficticio;

 

d)    Descubrir, implícita y articulada en la estructura misma del relato, como la narración básica enuncia el proceso creativo, que aparece como una lucha en que el autor busca desprenderse gradualmente de la realidad hasta lograr la independencia, la autonomía artística creada por el lenguaje literario.

 

e)    Detectar la soledad del escritor para el logro de sus propósitos artísticos.

 

f)     Estructurar dialécticamente el discurso novelesco, que pone al descubierto la gloria y decadencia de Arica.

 

 

 

Bibliografía

 

Texto analizado:

 

Seguel Vorpahl, Luis: Cállate viejo e’ mierda. Santiago de Chile, Mago Editores, 2008.

 

Textos de Estudio:

 

1.     BAJTÍN, M. Teoría y Estética de la novela. Madrid,

     Taurus, 1989.

2.     BELTRÁN, Almería, Luis: Ideología y estética en el  IV Seminario Internacional de Semiótica Literaria y Teatral. Madrid, 4-6 de julio, 1994. Visor, 1995. P.55.

3.    FUENTE de la, Jorge; Arte, Ideología y Cultura. La Habana, Cuba, Editorial Letras Cubanas, 1992.

4.    MACUSO, Hugo: La palabra viva. Teoría Verbal y discursiva de Michael M. Bachtin. Buenos Aires, Paidós, 2005. 

5.    MARTINES MENDEZ, Mercedes. Temas de Teoría de la  Literatura. La Habana Cuba, Editorial Pueblo y Educación.

6.    SILVESTRE, ADRIANA y BLANCK, Guillermo: Bajtín y Vigotski: La Organización semiótica de la conciencia. Prefacio de Michael Cole. Barcelona, Editorial Anthropos, 1993.

7.    VOLOSHINOV, V. El Marxismo y la Filosofía del lenguaje. Madrid, Alianza Editorial, 1992.

8.    ZAVALA, Iris; La Posmodernidad y Mijail Bajtín. Una poética dialógica, Madrid, Espasa Calpe, 1991. 

 

 

 

 

 

 

 

Callate viejo e' mierda

 

 

 

El libro de Luis Seguel Vorpahl trae a la palestra literaria la ciudad más allá de Chile: Arica. Con este escenario, que no es menor pues se huele el desierto en cada hoja, el texto transita entre la historia de Gracio Espejo, un escritor empedernido que con el paso del tiempo se va volviendo cada vez más huraño y solitario; y la historia de Rosalía o Lía -el narrador dice que el apodo le da un aire más francesito al nombre-, la protagonista de las novelas de Espejo, una despampanante mujer que hace que hombres de todo tipo -mafiosos, policías, comerciantes, etcetéra- hagan lo que ella quiere. Estos dos hilos conductores de la novela se van mezclando, pues, como puede suponerse, la soledad de Gracio y su amor profundo hacia las letras hacen que en vez de convivir con personas, se relaciones casi exclusivamente con sus personajes. Por otro lado, el narrador, digamos el tercer hilo conductor de la historia, es una voz participante, opinante, que usa un lenguaje propio, que es una mezcla entre cotidianidad y cercanía, parece estar hablando directamente al lector, conversándole sobre qué es lo que pasa con la trama y dejando siempre ese espacio vacío donde el lector puede encontrar lo no dicho. A todo esta estructura narrativa y lenguaje literario le sumamos la historia de Arica; cuanto más el libro avanza, Gracio deja claro en sus novelitas rosas, como Seguel en su “Cállate viejo e mierda”, cuál es el proceso que ha llevado a Arica a la degradación: digamos que la ciudad límite, cuando fue quitada por Chile al Perú, era casi la tierra prometida y hoy una de las tantas ciudades que deambulan para no ser olvidadas. El libro es bastante entretenido, rápido de leer, donde nos vamos encontrando en la mente de dos escritores, sintiendo sus miradas, que siempre enturbian o esclarecen la realidad, según cómo van sintiendo lo que les toca vivir. Y Arica, la capital del norte grande, es el telón de fondo del libro y según las circunstancias de su desarrollo, la historia va cambiando, variando, haciéndose pulcra o complicándose. Por lo que es un libro que acude a esa premisa de que el arte es el espejo de la realidad.

                                           Por pierrot_elloco

 

 

 

Cállate viejo ‘e mierda

Luis Seguel Vorpahl

Mago Editores, 2008.

 

Luis Seguel Vorpahl no nació en Arica, hecho que puede quedar rondando en el subconsciente del lector al conocer las aventuras, o mejor dicho desventuras, de Gracio Espejo. Para atreverse a escribir con tanta propiedad sobre una ciudad a la cual se llegó a los dieciocho años se debe haber producido algún fenómeno muy intenso en la persona del autor. Puede ser que la eterna primavera se le haya impregnado hasta el alma, o hasta el tuétano si se quiere hablar de algo que comprobadamente existe; puede ser que el escritor se haya aventurado con inocencia y hasta cierta candidez en una quimera que puede terminar devorándoselo; o puede ser que el tipo sea un descarado cínico que haga honor al título del libro. O todas las anteriores, vaya uno a saber; porque Seguel Vorpahl escribe con la honestidad de un sablazo; si acierta o marra es buena parte de la gracia —o desgracia— de la novela. “Arica se transformó en una dama taciturna y triste, en duelo permanente, de rezago” expone el narrador desafiante y desesperanzado, inquieto durante todo el relato. Este narrador a veces se muestra intensamente localista, como cuando nos cuenta que Arica “fue sede de uno de los mejores mundiales de fútbol que se haya organizado nunca”, pero uno queda con la duda de si habla con sincera efusión o si se trata de una condescendencia cruel, ya que la mencionada investidura llegó producto de un chiripazo, más aún, de la desgracia del terremoto de Valdivia, emplazamiento originalmente pensado para la justa deportiva. En este tono vemos a Gracio Espejo deambular, en un estado de permanente sopor reflexivo, incapaz de disfrutar el momento que vive, porque ya está pensando en la desgracia que puede venir. En este ambiente desgastado se florea Lía, un personaje que conmueve por su condición veleidosa, de niña mimada e irresistible. Ella quiere ser joven por siempre, eternamente bella y admirada, con el primor de una primavera eterna, tal como Arica. Pero todo aquello que es material y pretende ser eterno, fácilmente se vuelve insufrible; los días se hacen iguales, da lo mismo si hoy es ayer o mañana. Y esta conclusión tan certera como dolorosa, sólo puede llegar a la mente obnubilada —o tal vez más lúcida que ninguna otra— de un viejo emborrachándose en un buen matrimonio aimara. Seguel Vorpahl no debe hacer caso si lo mandan callar, como al “viejo de eme”, y debe seguir escribiendo con el ácido desparpajo que caracteriza esta novela.

Mauricio Paredes, Escritor, septiembre 2009.

 

 

Cállate viejo e' mierda
Cállate viejo e' mierda

 

 

Este atrevido título rotula la novela de Luis Seguel Vorpahl, que verá la luz ariqueña por la tarde de hoy en la Sala Centenario de la Universidad de Tarapacá (dos meses antes, lo hizo en el Centro Cultural Estación Mapocho). De ella podríamos decir que tenemos en nuestro poder algo así como su "ecografía". Aún no conocemos su formato, cuerpo y rasgos, pero sí su alma y vaya que la tiene.

La novela de 136 páginas que aborda la historia de la cautivante e irresistible Rosalía Matamala (Lía) contada -aparte del propio narrador- por un incipiente y luego afamado escritor, Gracio Espejo -cuya personal existencia también se desarrolla paralelamente- tiene todos los elementos de una enganchadora trama. Lógicamente conviven el amor y los enamoriscamientos, el dinero, (el bueno y el mal habido), la soledad, la locura; la paradoja; tragedias con mesurada sangre, encuentros y desencuentros, épocas idas y quiméricas y, una especial y muy bien lograda referencia citadina.

Sobre esto último, cabe señalar que Seguel Vorpahl, consigue, con total manejo de su oficio la mejor y más interesante síntesis descriptiva del entorno en donde se desarrolla la trama: nuestra Arica. La misma de los años de esplendor, del puerto libre, de la gran bohemia, del antiguo Casino, del "Manhathan", de las bullentes fábricas del barrio industrial, de las poblaciones Juan Noé y Chinchorro, del Edificio Lastarria, la de la marmita repleta de monedas de oro y también la del ocaso y la inexorable caída; todo al mismo compás y ritmo de los vaivenes y vicisitudes de sus personajes, los cuales logran una cercanía asombrosa con el lector. Es más, tuvimos que hacer esfuerzos para convencernos que lo que leíamos era una novela, una ficción y no una crónica, evitando que una inusitada e impulsiva curiosidad nos llevara al kilómetro 3 de Azapa para ver si divisábamos a Lía o tal vez encontrar algún vestigio de la ferretería de Américo Astudillo en 21 de Mayo o dirigirnos a la Biblioteca Municipal a buscar en sus anaqueles más antiguos alguna novela de Gracio Espejo…

Con un lenguaje muy cercano, coloquial, con chilenismos propios de nuestro hablar y con un divertido uso de reiterados diminutivos -que por lo demás refuerzan ideas y conceptos- ausente de toda afectación, Luis Seguel tiene el gran mérito de transportarnos, sin excesos ni chauvinismos provincianos, a las vivencias más profundas de la Arica de los últimos 50 años, de la que fue, y la que con las dificultades conocidas de nuestro tiempo, tendrá que seguir siendo.

Un dedicado trabajo literario que ningún ariqueño debería dejar de conocer.

Eduardo Urrutia Gómez